(...) Tú eras también una pequeña hoja que temblaba en mi pecho. El viento de la vida allí te puso. En un principio no te vi: no supe que ibas andando conmigo, hasta que tus raíces horadaron mi pecho, se unieron a los hilos de mi sangre, hablaron por mi boca, florecieron conmigo. (...)
Pablo Neruda
Sem comentários:
Enviar um comentário